martes, 28 de mayo de 2013

Fin de Semana en el Albergue de Sedano


Esta mañana, Oliva Ortega (una mama del Colegio), se ha acercado hasta el local de la AMPA para traernos el texto y las fotos que veis en esta entrada. La verdad es que yo, que no estuve en el Albergue, me lo he pasado pipa leyéndolo y  me he reído un montón pensando lo bien que lo pasaron.
Oliva, esperamos que sigas escribiendo estos relatos y te agradecemos enormemente que los compartas con todos.
En unos días colgaremos las fotos para que podáis verlas mejor. 

MACHADO CON DELIBES  

Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo.
(Miguel Delibes)

Ayudadme a comprender lo que os digo
y os lo explicaré mejor.
(Antonio Machado)
Como cada año, Machado visitó a Delibes. Fue el sábado dieciocho de mayo de 2.013.
Una hilera de coches llegó al Valle de Sedano.
—¡Buenos días, Don Miguel!
—¡Buenos días, Don Antonio!— Ambos se alegraron del encuentro y lo demostraron con un fuerte apretón de manos y un abrazo. Pero nadie lo vio.
La primera parada se realizó en Orbaneja del Castillo y de allí partió la primera ruta. Los niños comenzaron a bajar de los coches con su habitual alegría y el lugar perdió el silencio, la paz y el sitio para aparcar.
La jornada comenzó con una caminata de once kilómetros por un tramo del GR-99 del Ebro. Los niños se portaron muy bien. Y los adultos, casi todos, también. Los mandos de este ejército nos contaron varias veces: en la puerta del colegio, al llegar, al pasar el puente. A mí me quedó la duda de si, otros años, en algún otro puente, alguien desapareció. Tendré que apuntarme a más eventos para atreverme a preguntar.
La mañana transcurrió con  mucha paz entre el murmullo chocolateado del río y la transparencia de sus arroyos y cascadas, el balanceo de las hojas en los árboles con la brisa. La frescura de la lluvia mansa y el sonido húmedo y gelatinoso de las botas contra el barro.
La magia de aquel entorno me hizo dudar si el sendero se deslizaba por terreno castellano o si mi navegador se había despistado buscando el norte. El color verde intenso se colaba sin piedad en la retina de mi objetivo. Las babosas salieron al paso para saludar a lo largo de todo el trayecto. ¡Y fueron unas cuantas! Se oyó una voz infantil que hacía recuento de ellas, el último número que se escuchó fue treinta y siete.
El Señor Delibes fue muy considerado con los preparativos del evento, llegando incluso a luchar contra la predicción meteorológica. Tan humilde como siempre, sin pretender que pareciera abuso de poder, respetó que siguiera adelante la lluvia, pero lo cuadró de tal manera que nos permitió  hacer la ruta entre nublados y sol y comer bajo un cielo encapotado. Después de comer, prefirió ya que nos acercáramos a su hogar y para ello envió un aguacero hasta el parque de San Felices del Rudrón.
No hubo pérdidas en el traslado a la Residencia Universitaria de Don Miguel y, como siempre la organización se ocupó de todo. A la entrada de la Residencia nos volvieron a contar. Y fue casi perfecto, si no hubiera sido por una pobre novata que creyó escuchar su nombre antes de tiempo y, al parecer, se coló en una planta que no le correspondía. La pobre mujer, dejó a la organización recolocando familias mientras ella tomaba un café. Está por decidirse si en próximas salidas se admitirá  su inscripción.
Tras la ducha, el tiempo volvió a dar una tregua y se pudo pasear por el pueblo, contemplar sus casas con balconadas y piedra de sillería. Los escudos de sus fachadas y respirar el aroma a leña que aún se evaporaba de las chimeneas. Visitamos el Molino, pese a que nuestros conocimientos sobre ingeniería tradicional y popular sean muy limitados. –Hablo por mí, que en el mecanismo del molino, me sobraban piezas y aún no tengo claro si se lo expliqué bien a mi retoño. Afortunadamente es demasiado pequeño para percatarse de ello, ni para hacer reproches.-

Tomamos algo, luego cenamos. Y había más.
La chiquillería que parecía, aún después de la cena, atacada por una convulsión de hiperactividad y sobredosis de gritos, desapareció de nuestra vista en el momento que se decidió que los adultos hiciéramos un encierro en el salón. Llegaba la hora del aquelarre. Sobre una mesa: licores y refrescos. Sin posibilidad de colacao.  Sobre otra mesa: paquetitos y paquetones, colores surtidos en los envoltorios. Hasta lazos que agarraban formas apetitosas. Se hizo de nuevo la paz. Un poco de silencio.
Los números del uno al treinta y seis –uno menos que las babosas- marcaron el orden en que se abrieron los regalos. Y cuando finalizó la entrega de premios, comenzó la rapiña. En el momento que cada regalo tenía su propietario, nos brotó la idea del “vino veo, vino quiero”, se abogó por el “choriceo” y aquello se convirtió en un baile de trofeos y vajillas encajadas. Los fulares se movían de cuello en cuello como serpientes al son de la melodía encantada. Incluso en mi timidez de esa primera vez, y pese a que mi regalo fue una carterita preciosa, me lancé a los brazos de un aparatito que me apetecía más. Y de nada le sirvió al pobre hombre que lo agarraba ponerme carita de pena. ¡Hay momentos en los que se pierde la ternura!
Esa noche, hasta en sueños, seguían resonando en mi cabeza las dos frases más escuchadas en la velada: ¿Y mi chorizo? ¿Dónde está el Protos?
La mañana siguiente también nos dio tregua y la organización, como de costumbre, cumplió a rajatabla su misión. Antes de llevarnos al camino  desde el cual partía la siguiente excursión tuvieron la deferencia de mostrarnos otro barrio del pueblo que aún no conocíamos. Alguna de aquellas calles debía de tener especial relevancia porque pasamos más de una vez por ella, aunque no conseguí averiguar en qué estribaba su importancia.
Visitamos las tumbas, la iglesia, foto de grupo, y entre “tú aquí y tú allá”, “los bajitos delante y los altos detrás” para los niños un bollo y otro paseo más, transcurrió la mitad de la mañana. Después algunos se fueron a Moradillo de Sedano otros al Centro de Interpretación. Nuestro anfitrión nos permitió pasear de nuevo sin lluvia.
Comimos. Otra foto de grupo… ¡Porras, no cabemos! ¡Al abordaje en las escaleras, cubran los laterales, cuélguense de donde puedan, todos al suelo, tumbaos más! ¡Van dos! ¡Otra por si acaso!
Llueve otra vez. Cada cual a su coche. Desfile de vehículos llenos de niños. Se volvió a respirar la paz. Se escuchó la despedida en el silencio.
—Gracias por todo, Don Miguel. Perdón por el griterío.
—Hasta pronto, Don Antonio.
Se abrazaron de nuevo y nadie lo vio. 
Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción                                                  
                         

ACTUALIZACIÓN: 

(Para ver los álbumes pinchar sobre cada nombre)
Ya podemos ver las fotos que hizo: Adela Orcajo, Lola Murillo y Oliva Ortega

¡Qué bonitas, Gracias por compartirlas!

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